Hoy he publicado un texto sobre Egipto, que podéis leer aquí. Un texto basado, por una parte, en informaciones recogidas en el país (activistas, organizaciones no gubernamentales…) y, por otra, en lecturas de artículos que sobre el tema que han escrito diversos corresponsales. Ha sido un texto atrevido, tengo que afirmar. Mi conocimiento sobre el país es limitado, pero el vicio de escribir ha podido conmigo. Necesitaba contar lo que vi, lo que escuché, lo que me contaron…
Pese a que las impresiones sobre el texto han sido buenas en general, un compañero me ha escrito afirmando que ofrezco algunas informaciones que no están bien contrastadas o no son correctas del todo. Seguramente mi visión no es la más certera, pero muchas de las informaciones han sido extraídas de otras fuentes. Quizás el error haya sido no contrastarlas con ahínco. Sin embargo, hay que comprender la postura del compañero. Esto nos ayudará a entender, aún más, la situación de Egipto.
Él, como egipcio, tiene razón al afirmar que muchas de las informaciones que se dan desde fuera sobre el país ayudan muy poco a la situación interna. Se pierden entre conceptos, realidades y culturas diferentes, y asimilan la visión occidental como única forma de vida legítima.
Como podéis comprobar, las palabras que he mantenido con él, a través de mensajes de Facebook, me han hecho reflexionar. No solo sobre el texto de Egipto en particular, sino sobre la comunicación y la escritura en general.
El vicio de escribir, como todos los vicios, tiene sus pegas. Y es que, en ocasiones, nos dejamos llevar por la necesidad de contar, de explicar, de analizar… Cuando esta necesidad se mezcla con la profesión periodística, puede ser una bomba de relojería. Ejemplos tenemos muchos. La inmediatez, la novedad, la actualidad, las presiones políticas, las presiones económicas y el vicio de contarlo todo se mezclan creando auténticas piezas de mentiras y manipulaciones. Algunas de ellas premeditadas, otras causa de una falta de sentir profesional. En este sentido, tengo que apuntar que dije “no” a publicar algo sobre Egipto en un medio de comunicación nacional. No me parecía lícito ni necesario que alguien sin mucha experiencia, como yo, lo hiciera. No pensé que fuera lo mismo mi blog, pero, al parecer, es cierto esto que siempre digo de que el poder de blogs y redes sociales es hoy más potente que cualquier columna en un medio. (¡Cuándo aprenderé a hacerme caso a mi misma!)
Como aprendiz de comunicadora para el cambio social, debería haber tenido en cuenta todo esto antes de lanzarme a la página en blanco. Uno de los principios de este tipo de comunicación pasa por entender a las comunidades, absorber sus conocimientos, reflexionar y dejar que sean las personas que viven dichas experiencias las que cuenten lo que ocurre. Gran error el mío de no aplicar lo que aprendo cada día en una cosa tan simple con esta. De todo se aprende y yo, os aseguro, que no dejo de aprender, ni de escribir. Suerte la mía.